Tomo prestadas estas palabras de Borja Vilaseca en su artículo de El País Ovejas que no necesitan pastor:
«El paradigma económico actual -el «viejo paradigma económico»- parte de la premisa de que tanto la naturaleza de la realidad como nuestra propia naturaleza humana están compuestas solo por una dimensión tangible y material. El materialismo es la filosofía imperante, y el consumismo, la conducta predominante. Desde que nacemos se nos programa para que pensemos que lo más importante es lo que tenemos, una creencia que determina nuestra manera de ganar y de gastar dinero. Al valorar solamente lo que podemos ver con los ojos y tocar con las manos, dejamos en un segundo plano lo que experimentamos en nuestro corazón. Por eso el triunfo económico y material suele ser una máscara que esconde el verdadero fracaso: la infelicidad, el sinsentido vital y el vacío interior.
Muchas de estas creencias, normas e ideas no las hemos escogido. Nos han sido impuestas por la sociedad. Son un legado que va pasando de generación en generación -de forma mecánica e inconsciente- y que obstaculiza y limita nuestro propio descubrimiento de la vida. De ahí que, a menos que nos atrevamos a revisar y cuestionar nuestro sistema de creencias, nos conformemos con llevar una vida de segunda mano, obedeciendo con resignación los dogmas marcados por el statu quo.»