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Archive for May 2010

Tomo prestadas estas palabras de Borja Vilaseca en su artículo de El País Ovejas que no necesitan pastor:
«El paradigma económico actual -el «viejo paradigma económico»- parte de la premisa de que tanto la naturaleza de la realidad como nuestra propia naturaleza humana están compuestas solo por una dimensión tangible y material. El materialismo es la filosofía imperante, y el consumismo, la conducta predominante. Desde que nacemos se nos programa para que pensemos que lo más importante es lo que tenemos, una creencia que determina nuestra manera de ganar y de gastar dinero. Al valorar solamente lo que podemos ver con los ojos y tocar con las manos, dejamos en un segundo plano lo que experimentamos en nuestro corazón. Por eso el triunfo económico y material suele ser una máscara que esconde el verdadero fracaso: la infelicidad, el sinsentido vital y el vacío interior.

Muchas de estas creencias, normas e ideas no las hemos escogido. Nos han sido impuestas por la sociedad. Son un legado que va pasando de generación en generación -de forma mecánica e inconsciente- y que obstaculiza y limita nuestro propio descubrimiento de la vida. De ahí que, a menos que nos atrevamos a revisar y cuestionar nuestro sistema de creencias, nos conformemos con llevar una vida de segunda mano, obedeciendo con resignación los dogmas marcados por el statu quo.»

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Hace unos años estuve en Beijing. No demasiado entusiasmada, cogí allí un día un avión para ir a Siam a ver los míticos guerreros de terracota. Fue algo impactante. Una gran nave cerrada contenía las excavaciones que permitieron descubrir este ejército compuesto de más de 2.000 guerreros. Grandes hilera en el suelo mostraban alineados, uno tras otro y en variadas posturas, estos soldados a tamaño natural que tenían como misión proteger en el más allá al primer emperador de China, Qin Shihuang. Un mausoleo de más de 2, 13 km cuadrados en el monte Li, cuya extensión puede crecer aún más, y que tardó en ser construido 38 años.

Fue impresionante. Un ejército para el más allá. Aún hoy, cuando recuerdo su visión desde esos pasillos laterales construidos a lo largo de la nave para su contemplación, puedo sentir lo mismo que sentí al verlos aquel día por primera vez. Manifestación rotunda de grandeza. En el silencio, casi podía oir el resonar de sus voces. Una pena que no pudiera compartir entonces con alguien aquellas sensaciones que me inundaron. A la salida compré una reproducción de una de esas figuras de terracota. Yo, que no compro recuerdos de los sitios a los que voy ni suelo hacer fotos, no pude evitar llevarme una a casa. Sin embargo, como tantas otras cosas se perdió y supongo que andará perdida por el despacho de alguien. Lo lamento de veras, pues me gustaba mucho y creo que la persona que se lo quedó, ni entonces ni ahora, lo ha llegado a valorar.

Hoy, de aquel largo viaje, sólo guardo el recuerdo valioso de esos guerreros silenciosos y, aunque aquella estatuilla se perdiera, al menos me queda para siempre su imagen en mi memoria.

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