“… alcanzamos finalmente la cresta sobre el principal anfiteatro de Öskuvatn, un profundo lago en un cráter en forma de pera, de tres kilómetros de diámetro. Algunas planchas de hielo flotaban a la deriva en el agua; pero, por lo demás, su superficie era imperturbable.
Nos quedamos allí plantados sin decir una palabra. ¿Qué palabras harían justicia a semejante belleza inanimada, inhumana, insondable? A la otra orilla del lago brillaba una solitaria mole de cuarzo blanca como la mujer de Lot. Las nubes se alzaban luminosas como dorados dirigibles hinchados. Inspiré el oxígeno más puro que había probado en mi vida, inspiré más y más y, lentamente, un sentimiento de antigua calma traspasó las defensas de mi organismo. Más oxígeno; más nubes; más lago hermético. Estaba fundiéndome con el mundo; no, no me estaban haciendo Uno con el mundo; era físicamente imposible. Pero me estaba haciendo Dos con él, y cada uno de los dos estaba en excelentes condiciones con el otro mientras observábamos nuestras repentinas identidades.”
Mis compañeros de Pinsapaso regresan hoy de Sierra Nevada. ¡Va por ellos!